jueves, 27 de mayo de 2010


San Pablo."Vamos a emplear con Argentina un criterio de reciprocidad", dijeron a esta corresponsal en el Ministerio de Desarrollo e Industria de Brasil, conducido por Miguel Jorge. Y ampliaron: "Si se comprueba que a partir del 1 de junio las autoridades argentinas prohíben importar alimentos de origen brasileño, recurriremos a medidas que a la larga pueden perjudicar a los productores de su país". De esta manera, el gobierno de Lula da Silva mostró que está dispuesto a usar la ley del Talión, cuya expresión más famosa es "ojo por ojo, diente por diente". Piensan que será un buen freno a las "desprolijidades" cometidas por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en la relación comercial mutua. De acuerdo con las fuentes del ministerio brasileño, podrá ponerse en práctica en este caso el mecanismo de licencias de importación no automáticas que puedan demorar la entrada de exportaciones alimenticias argentina a Brasil. Fue exactamente la decisión de concretar esa amenaza en noviembre del año pasado lo que obligó a los presidentes Cristina Fernández y Lula da Silva a buscar una salida ordenada al enredo comercial que se había producido. De hecho, Brasil aplicó durante unos días el criterio de demorar los embarques argentinos vía alargar los tiempos para extender permisos. Fue presión suficiente para que a fines de enero se normalizará el intercambio entre los socios. Pero en este caso, dicen en Brasilia, hay un problema adicional. La Argentina desconoce la existencia de restricciones comerciales, como lo manifestó la Presidenta hace pocos días. "No hemos logrado una confirmación oficial a pesar que la pedimos a principios de mayo", comentaron en el entorno del ministro Jorge. En verdad, lo que existió hasta ahora fue una reunión de Moreno con los mayoristas de la alimentación donde les avisó que dejaran de importar alimentos que se fabrican en el país, porque a partir de junio la prohibición de comprar en el exterior lo que se hace en la Argentina iría acompañada de una vigilancia estricta de las góndolas. El mensaje preocupó a los importadores y el miedo produjo su efecto. Según atestiguaron los colaboradores del presidente Lula, los empresarios brasileños sufren por anticipado ya que todos los días supermercados y mayoristas argentinos cancelan pedidos a proveedores brasileños. "Esto genera una situación irritante por causa de la imprevisibilidad", admitieron en el Ministerio de Desarrollo e Industria. Lo que más los perturba es la reacción empresarial doméstica, por empezar la que procede de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp) desde donde llegan quejas permanentes. Claro que una cosa son los intereses privados y otra son los del Estado. Para Lula da Silva no son tiempos de pelear con su principal socio. "Nadie apuesta a un aumento de la tensión entre ambos gobiernos", dijeron. Desde ese punto de vista, los empresarios argentinos deben aguardar un escenario muy poco confortable: Brasil será tan sigiloso con las medidas como demostró serlo el secretario Moreno. En consecuencia, que el comercio vuelva a su cauce dependerá de cuánto eleven sus voces las cabezas industriales y las entidades patronales. Hasta ahora, Cristina negó que existan medidas restrictivas del comercio bilateral. Y en Brasil no pueden avanzar por los caminos legales que les ofrecería la Organización Mundial del Comercio y hasta el mecanismo de resolución de controversias del Mercosur. No hay una norma explícita emitida por Buenos Aires contra la que se pueda pelear. Eso es visto como un mecanismo "artero" que provoca "desconfianzas".

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